LE BLOG DE CHRISTEL

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Chabadabada.....

Le dessin ci-dessus est de François Matton

vendredi 19 février 2010

La zone fantôme (avec nos votes imbéciles) - un article de Javier Marias




08 Juillet 2008 Par Christel
Merci à Diego de m'avoir envoyé ce texte que je traduis ici. Il est de Javier Marías, un écrivain que je vous reconseille, mais qui, ici, excelle dans l'art de dénoncer la "directive retour" que vient d'adopter le Parlement européen. Retour, retour à expéditeur, donc, comme un paquet dont on ne veut pas, et qui va rester stocké quelques mois avant de repartir là d'où il vient... J'aurai l'occasion, à l'occasion, de vous reparler de l'écrivain, mais pour l'instant place à l'indigné. Indignation que je partage aujourd'hui.... et que j'avais envie de vous faire partager. Ce sont ses mots à lui, c'est son pays. Mais cela nous concerne aussi....

Du blog de l'auteur : http://www.javiermarias.es/blog.html


Javier LA ZONA FANTASMA,Con nuestros votos imbéciles, JAVIER MARÍAS 06/07/2008
Uno de los mayores peligros de nuestro tiempo es el contagio, al que estamos expuestos más que nunca –en seguida sabemos lo que ocurre en cualquier parte del mundo y podemos copiarlo–, y en unas sociedades en las que, además, nadie tiene el menor reparo en incurrir en el mimetismo. Y a nadie, desde luego, le compensa ser original e imaginativo, porque resulta muy costoso ir contracorriente. Es el nuestro un tiempo pesado y totalitario y abrumador, al que cada vez se hace más difícil oponer resistencia. Y así, las llamadas "tendencias" se convierten a menudo en tiranías.Una muestra reciente de esta rendición permanente ha sido la aprobación por aplastante mayoría, en el Parlamento Europeo, de la "directiva de retorno" para los inmigrantes ilegales. Es ésta una directiva repugnante, llena de cinismo y falta de escrúpulos, que a muchos europeos –pero ay, no a los bastantes– nos ha hecho sentir vergüenza de pertenecer a este continente. Como si se tratara de una parodia de Chaplin o Lubitsch, el ponente y promotor de dicha directiva ha sido un eurodiputado alemán del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, que apareció en televisión muy ufano de su vileza y vestido de tirolés, cuan¬¬do a nadie se le oculta qué clase de gente se viste así, todavía, en su país y en Austria. A este individuo grotesco le han dado la razón y sus votos no sólo sus correligionarios franceses (a las órdenes de Sarkozy), italianos (a las de Berlusconi, Bossi y Fini, notorios e indisimulados racistas), polacos (a las de los nacional-católicos gemelos Kaczynski), españoles (a las de Rajoy y sus flamantes "moderados") y demás, sino también un buen puñado de eurodiputados socialistas, incluidos dieciséis de los diecinueve que España tiene en la Cámara (a las órdenes de Zapatero). Yo no sé con qué cara se atreverán el Gobierno y el PSOE, a partir de ahora, a proclamarse justos y democráticos y humanitarios, puesto que con sus votos propugnan que se "retenga" durante año y medio –año y medio– a un inmigrante ilegal cuyo único delito haya sido entrar clandestinamente en un país europeo huyendo del hambre, la guerra y la desesperación. Y asimismo propugna que los menores puedan ser enviados sin garantías a cualquier país, aunque no sea el suyo de origen. Todos sabemos lo que espera a esos críos: en algún punto del trayecto, una red de traficantes que, con el visto bueno de los europeos, se los llevarán a donde les parezca para utilizarlos como les plazca: esclavos, objetos sexuales, combatientes, donantes involuntarios de órganos. Y esto se producirá mientras los gobernantes europeos, con la mayor hipocresía, dicen preocuparse cada vez más por los riesgos que acechan a nuestros menores.
Durante años se ha hecho la vista gorda con los inmigrantes ilegales. Se los ha explotado como mano de obra barata, casi gratuita, y se ha callado convenientemente que eran necesarios para nuestras economías y para que cubrieran los puestos de trabajo que los europeos –ya muy señoritos– se niegan a cubrir. Queremos que alguien recoja la basura y barra las calles, cuide de nuestros abuelos enfermos y de nuestros niños malcriados y consentidos, ponga los ladrillos de las cien mil construcciones vandálicas que han propiciado la corrupción de los alcaldes y la codicia de los promotores inmobiliarios, se ocupe de las faenas más duras del campo y limpie nuestras alcantarillas. Nosotros no estamos dispuestos a ensuciarnos las manos ni a deslomarnos. Que vengan esos negros, sudacas y moros a servirnos, esos rumanos que no tienen donde caerse muertos y que se prestarán a cualquier cosa, más les vale. Les daremos cuatro cuartos y asunto liquidado. Ahora, sin embargo, nos hemos hecho muy mirados con los cuatro cuartos, porque hay "crisis". Hemos visto que algu¬nos de esos inmigrantes delinquen –como si no delinquieran algunos españoles, italianos, alemanes o franceses de pura cepa– y, contagiados por Berlusconi y sus compinches –los cuales nunca han delinquido, por cierto, no se entiende por qué tienen tantas causas abiertas que los incriminan–, empezamos a pensar que todos esos inmigrantes son unos criminales. Y, como lo pensamos, aprobamos una directiva que los convierta en tales por el mero hecho de existir y haber osado pisar suelo europeo. Se los detendrá hasta año y medio, y sin asistencia judicial, como si fueran presos de ese Guantánamo contra el que los europeos aún nos atrevemos a clamar. Mientras tanto, ese propio Parlamento, quizá en previsión de la próxima escasez de mano de obra foránea y barata, permite también que nuestra jornada laboral alcance las sesenta e incluso las sesenta y cinco horas semanales. Algo nunca visto ni tolerado desde 1917. Y añaden hipócritamente: "según el libre acuerdo entre contratadores y contratados". ¿Libre acuerdo? Todos sabemos también lo que ocurrirá. El empleador le dirá al empleado: "Us¬¬ted trabajará sesenta horas. Si no le gusta, es libre de no aceptar, pero yo no voy a cambiar mis condiciones". ¿Y qué creen que contestará el empleado, en una Europa en la que el empleo es precario y en la que se lleva decenios convenciendo a la gente de que se hipoteque de por vida para comprar un piso de mierda que habrán construido esos negros y sudacas a los que toca detener y expulsar? No me extrañaría que de aquí a poco los europeos tengan que envainarse su señoritismo y que volvamos a verlos barriendo calles, sólo que durante diez horas al día, seis días a la semana. Esta es la repugnante Europa que construimos, con nuestros votos imbéciles.

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Essai de traduction :
LA ZONE FANTÔME
Avec nos votes imbéciles
JAVIER MARÍAS 06/07/2008
Un des plus grands dangers de notre temps est la contagion, à laquelle nous sommes exposés plus que jamais – nous savons tout de suite ce qui se passe dans n’importe quelle partie du monde, et nous pouvons le copier-, et dans des sociétés dans lesquelles, en outre, tout le monde se fiche de recourir au mimétisme. Et personne, évidemment, ne peut se retrouver gagnant à être original et imaginatif, parce que cela s'avère très coûteux à contre-courant. Notre temps est lourd, totalitaire et écrasant, et il est chaque fois plus difficile de lui opposer résistance. C’est ainsi, que les dénommées " tendences" se transforment souvent en tyrannies.
Un échantillon récent de cette reddition permanente a été l'approbation par une majorité déconcertante, au Parlement Européen, de la "directive de retour" pour les immigrants illégaux. Cette dernière est une directive répugnante, pleine de cynisme , qui manque de scrupules, et qui à beaucoup d'Européens – sûrement pas assez- nous a fait sentir honte d'appartenir à ce continent. Comme s'il s'agissait d'une parodie de Chaplin ou de Lubitsch, le rapporteur et le promoteur de cette directive a été un eurodéputé allemand du Parti Populaire Européen, Manfred Weber, qui est apparu en télévision très satisfait de sa vilenie, vêtu en Tyrolien, alors qu’on ne dissimule à personne quelle classe de gens s'habille ainsi encore, dans son pays et en Autriche. À cet individu grotesque, ils lui ont donné la raison et leurs votes, non seulement ses coreligionnaires français (aux ordres de Sarkozy), italiens (à celles Berlusconi, de Bossi et Fini, notoires et non dissimulés racistes) polonais (à celles des national catholiques jumeaux Kaczynski), Espagnols (à celles de Rajoy et ses flambants "modérés" ;) et autres, mais aussi une bonne poignée d'eurodéputés socialistes, y compris seize de des dix-neuf que l'Espagne a dans la Chambre (aux ordres de Zapatero).
Je ne sais pas avec quelle tête oseront le Gouvernement et le PSOE, dorénavant, être proclamés des justes et démocratiques et humanitaires, puisqu' avec ses votes, ils préconisent que se " retienne" pendant an – une année et demie !- un immigrant illégal dont la seule infraction a été d'entrer clandestinement dans un pays européen en s'enfuyant de la faim, de la guerre et du désespoir. Et ils préconisent, de même, que les mineurs puissent être des envoyés sans garantie à n’importe quel pays, bien qu'il ne soit pas le sien d'origine. Tous nous savons ce qui attend à ces enfants : dans un certain point du trajet, un réseau de commerçants que, avec l'approbation des Européens, les emmèneront où bon leur semble pour les utiliser comme leur semble : esclaves, objets sexuels, combattants, donneurs involontaires d'organes. Et ceci aura lieu au moment où les dirigeants européens proclameront avec la plus grande hypocrisie, leur préoccupation pour les risques qui guettent les mineurs.
Pendant des années, on a fait notre beurre avec les immigrants illégaux. On les a exploités comme main d'oeuvre bon marché, presque gratuite, et il s'est convenablement tu qui était nécessaire pour nos économies et pour qu'ils prennent les postes de travail que les Européens – ces petits seigneurs- refusent déjà d’occuper. Nous voulons que quelqu'un reprenne les ordures et la saleté des rues, veille sur nos grands-pères malades et à nos enfants mal élevés et infidèles, mette des briques dans les cent mille constructions vandales qui ont rendu propice la corruption des maires et l'avidité des promoteurs immobiliers, s'occupe des tâches les plus dures des champs et nettoie nos égouts. Nous ne sommes à nous salir les mains ou à nous épuiser à cela.
Que viennent ces noirs, des « sudacas » et maures pour nous servir, ces roumains qui n'ont pas où aller et qui seront prêts à n’importe quoi, tout leur va. Nous leur donnerons trois fois rien, et l’affaire sera faite. Mais maintenant, nous y regardons de plus près à ces trois fois rien, parce qu’il y a "crise". Parce que nous avons constaté certains de ces immigrants commettent des délits - comme si n’en commettaient pas quelques Espagnols, italiens, allemands ou français de souche pure et, contaminés par Berlusconi et leurs complices (lesquels n'ont jamais commis un délit, dans ce cas, on ne comprend pas pourquoi tant d’affaires juridiques les concernent et les incriminent), nous commençons à penser que tous ces immigrants sont des criminels. Et, comme nous le pensons, nous approuvons une directive qui les transforment comme tels, par le simple fait d'exister et avoir osé fouler sol européen. On les arrêtera jusqu'à an et demi, et sans assistance judiciaire, comme s'ils étaient emprisonnés de ce Guantánamo contre lequel les Européens osons encore protester. Pendant ce temps, ce Parlement propre, peut-être en prévision de la prochaine pénurie de main d'oeuvre étrangère et bon marché, permet aussi que notre journée de travail atteigne les soixante et y compris les soixante-cinq heures hebdomadaires. Quelque chose jamais vu ni toléré depuis 1917. Et ils ajoutent hypocritement : " ; selon le libre accord entre contractants et contractualisant. " Libre accord ? " Tous, nous savons aussi ce qui arrivera. L’employeur dira à l'employé : " Vous travaillerez soixante heures. S'il vous n’aimez pas, libre à vous de ne pas accepter, mais je ne vais pas changer mes conditions". Et que croyez-vous que répondra l'employé, en Europe où l'emploi est précaire et où depuis des décennies, on convainc les gens d’hypothéquer sa vie pour acheter un appartement de merde à l’étage, qu'auront construit ces noirs et sudacas que l’on veut arrêter et expulser ? Je ne m’étonnerai pas que, d'ici peu, les Européens doivent ravaler leurs aires de « petits seigneurs » et que nous les voyions à nouveau balayer les rues, mais dix heures par jour, six jours à la semaine. Celle-ci est l'Europe répugnante que nous construisons, avec nos votes imbéciles.

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